El origen de este trabajo se encuentra en intentar explicar de la forma más rápida posible la muerte de un millón de civiles alemanes durante la gran guerra.
Aparentemente la explicación es muy sencilla: la armada británica cerró el Mar del Norte con un muro infranqueable de acorazados y cruceros, repitiendo la estrategia que casi un siglo antes había estrangulado a Napoleón; la armada alemana no consiguió romper el cerco y por tanto los civiles primero y los soldados más tarde sufrieron hambrunas crónicas hasta 1919.
Esta explicación es totalmente cierta y lógica, pero a mi modo de ver no está completa. Queda por ver qué hizo el gobierno alemán para afrontar esta situación, en qué fracasó y si se podría haber actuado de otra forma. A día de hoy las hambrunas siguen azotando a la humanidad, por lo que parece que seguimos sin aprender nada.
El origen del programa Hindenburg es el fracaso del plan Schlieffen; en 1914 se esfumó la posibilidad de una rápida victoria y Alemania debía afrontar una guerra larga, en dos frentes, ayudando a sus aliados y completamente bloqueada. La situación recomendaba una paz honorable y negociada, pero desgraciadamente se optó por la guerra total.
Tras el fracaso de la ofensiva de 1914, se sustituyó a Moltke el joven (único militar alemán con algo de perspectiva y sentido común) por Falkenhayn, quien prometió al gobierno y al emperador Guillermo una rápida victoria. Falkenhayn fue víctima de sus promesas, y ante el estancamiento del frente y la presión constante de la armada británica el estratega alemán tomó una de las decisiones más extrañas de esta guerra: el ataque a Verdun. Como todos nosotros sabemos, la ofensiva alemana trajo como consecuencia la contra ofensiva británica en el Somme y la ofensiva rusa contra Austria; en resumen: desde un punto de vista estratégico (que no táctico) todo lo que podía salir mal, salió mal.
¿Por qué fracasó Falkenhayn? Básicamente por la misma razón por la que fracasarían sus sucesores: se negó a ver la realidad. Alemania podría ganar una guerra contra Francia y Rusia o contra Francia y Gran Bretaña, pero no una guerra contra Francia, Gran Bretaña y Rusia. Aquello era demasiado incluso para un ejército como el alemán.
Al igual que en 1914, Alemania se encontraba con el frente estancado, el bloqueo estrangulando y sus recursos menguando. Al igual que en 1914, se imponían dos opciones: o empezar las negociaciones de paz o seguir con la guerra total. Como todos nosotros sabemos se optó por la guerra, pero esta vez sin Falkenhayn.
Tras la salida de Falkenhayn, ocurrió algo curioso en la política del estado alemán. Teóricamente el poder quedaba en manos de un triunvirato formado por el emperador, Ludendorff y Hindenburg; en la práctica Alemania se convirtió en una dictadura militar con Ludendorff como jefe absoluto, quedando el emperador y el anciano Hindenburg como figuras decorativas, especialmente Hindenburg que parecía encarnar todas las virtudes del ideal alemán. Por esa razón toda medida que se tomaba en la Alemania de 1916 a 1918 solía llamarse o apellidarse Hindenburg (Línea Hindenburg, Programa Hindenburg,...) posiblemente esa falta de imaginación esconda una importante carencia intelectual que no supo prever lo que vendría.
Tras su llegada al poder, Ludendorff decidió tomar una serie de medidas radicales destinadas a redoblar el esfuerzo alemán de guerra agrupadas bajo el rimbombante título de Programa Hindenburg. Las medidas radicales suelen ser bastante simples, y el Plan Hindenburg no era otra cosa que destinar absolutamente todo el esfuerzo de la economía alemana hacia los frentes y a sus soldados, con desastrosas consecuencias. De modo que las industrias tuvieron que producir mucho más y transformar la escasa industria civil en industria militar, los civiles se verían obligados a reducir sus ya escasas raciones de alimento, puesto que los soldados tenían prioridad absoluta, todas las materias primas se destinarían a fabricar armamento y munición, todo el carbón se destinaría a fabricar acero para la industria militar, todos los caballos, mulas, coches y camiones se destinarían al transporte de tropas y pertrechos y la industria química dejaría de fabricar abonos sintéticos para fabricar en exclusiva munición y gas venenoso; finalmente los escasos hombres que todavía estaban trabajando en el campo o en la industria no militar fueron movilizados y obligados a luchar en el frente o fabricando armas.
No es difícil imaginarse que la situación en la retaguardia alemana empeoró considerablemente, todo estaba listo para que los alemanes pasasen el peor invierno de la guerra y de su reciente historia, que ha pasado a denominarse popularmente como el invierno del nabo, pero no adelantemos los acontecimientos.
Básicamente el programa Hindenburg ignoraba por completo las necesidades de la población civil, se suponía que las medidas radicales serían provisionales y que rápidamente se lograría la victoria gracias a los inmensos recursos destinados al frente; pero al igual que con Falkenhayn, todo lo que pudo salir mal salió mal.
En primer lugar la producción de alimentos cayó en picado debido a la falta de agricultores, de abonos y de un transporte eficiente hacia los mercados; también cayó en picado la calidad de los alimentos, de modo que las patatas y los cereales desaparecieron y fueron sustituidos por otras verduras de menor calidad nutricional como el nabo, que daría lugar a múltiples chistes. Ante el peligro de provocar graves desabastecimientos, se decidió retirar a más de un millón de soldados del frente para ponerlos a trabajar en las granjas y en la industria; posteriormente se obligó a la población civil belga y de la Francia ocupada a trabajar forzosamente en granjas, minas e industrias.
Desgraciadamente la movilización de estos grandes recursos no consiguió aumentar la producción de alimentos de manera significativa debido, nuevamente, a la simpleza intelectual que caracterizaba a este plan. Es decir, que de poco valía mandar a miles de trabajadores al campo si no se disponían de abonos, si una parte de la cosecha no se podía recoger a tiempo debido a la falta de caballos, si otra parte de la cosecha se echaba a perder por falta de transporte o si ese mismo transporte se quedaba en la estación por falta de carbón. El tema del transporte se veía además complicado por la falta absoluta de coches y camiones, lo cual requiere otra explicación.
A pesar de ser la cuna del automóvil, en Alemania no se vendían ni fabricaban muchos coches y camiones, puesto que la mayor parte del público prefería desplazarse por la excelente red ferroviaria alemana que además ofrecía un servicio excelente en cuanto a puntualidad y comodidad a un precio muy razonable; lógicamente estas circunstancias eran igual de aplicables para el transporte de mercancías. De modo que los coches eran básicamente un juguete para millonarios y los camiones eran un recurso escaso y caro para las escasas zonas donde no llegaba el ferrocarril.
El problema era que en tiempos de guerra, el ferrocarril no llega a todas las partes del frente, bien por falta de líneas, bien porque éstas se encuentran bajo fuego enemigo, de modo que cuando mandas soldados, municiones, armas o cualquier impedimenta al frente, la última parte del trayecto (generalmente varios kilómetros) se tiene que hacer a lomos de mulas o de los propios soldados; como puede verse, la necesidad de coches y camiones se hizo acuciante, y Ludendorff ordenó que todos los coches y camiones fuesen requisados y enviados al frente.
Curiosamente un país menos industrializado que Alemania, Francia, si estaba mucho más motorizado que Alemania, debido a que su red ferroviaria no era tan densa como la alemana y muchas ciudades pequeñas o pueblos grandes no disponían de ferrocarril o de un servicio ferroviario tan efectivo como el alemán, de modo que se solucionaba transportando pasajeros y mercancías por camiones, autobuses y coches. Así que durante toda la guerra el ejército francés estaba mucho más mecanizado que el alemán y podía tener una logística mucho más flexible y eficaz que la de Alemania; como quedó de manifiesto por la anécdota de los taxis del Marne y especialmente durante la batalla de Verdun.
Como colofón a esta anécdota, podemos señalar que si Alemania hubiese estado más motorizada en 1914 el plan Schlieffen habría sido más efectivo, seguramente habría fracasado igual, pero se habría llegado más lejos.
Como vemos, el plan Hindenburg triunfaba en un punto (consiguió su objetivo de aumentar notablemente la producción “militar”) pero era al mismo tiempo un arma de doble filo, que en combinación con el bloqueo británico, se abalanzó contra la población civil alemana como quedaría de manifiesto durante el peor invierno de esta guerra, el invierno de 1916/1917 o Invierno del Nabo.
Durante este invierno murieron cientos de miles de civiles alemanes debido al hambre y a las enfermedades provocadas por una deficiente alimentación y al cruel frío que no podía ser combatido debido a la falta de carbón para las calefacciones. Aquí es necesario establecer dos matices importantes.
El primero es la alimentación deficiente o hambre; los civiles alemanes recibían puntualmente sus escasas raciones de alimentos de modo que la población estaba parcialmente alimentada, pero el problema surge a la hora de contar calorías; estos alimentos eran de escasa calidad alimentaria, lo que se traduce en que a veces conseguían engañar al estómago, pero no conseguían suplir la falta de calorías y vitaminas, de modo que los niños, ancianos, enfermos, pobres y en general la población más débil empezó a sufrir de forma brutal estas carencias y las muertes por hambre empezaron a acumularse.
Al hambre se le unió el frío por la falta de carbón que trajo como consecuencia que las muertes por la combinación de estos dos elementos se sucedieron de forma alarmante, si bien el gobierno no hizo nada para corregir esta situación debido a su obsesión por ganar la guerra. Cuando el gobierno al que pagas para protegerte no hace nada, es cuando surge el descontento en forma de huelgas, manifestaciones e incluso sabotajes.
Ludendorff afrontó el descontento popular de la peor forma posible: censura y represión (en forma de arrestos masivos y difamaciones en la prensa oficial llamando a los huelguistas enemigos, anti alemanes, etc.) O dicho de otro modo, se negó a ver el problema y afrontar la realidad: la guerra se estaba perdiendo. Cuando la prensa oficial miente de forma tan grotesca, el pueblo reacciona prestando atención a la prensa y libros alternativos que circulan por canales no oficiales; de repente los pacifistas e izquierdistas que han sido callados ahora son escuchados con atención, especialmente los que preconizaban el desastre en 1914. Este mensaje alternativo a la verdad oficial va calando poco a poco en todas las capas de la sociedad, especialmente en las dóciles clases medias y bajas, que como de costumbre son las que aportan el mayor esfuerzo a la guerra pasando hambre, frío, mandando a sus hijos al frente y pagando impuestos hasta por respirar.
Conforme avanza el descontento, avanzan las huelgas y las protestas y el gobierno, con su característica falta de imaginación, responde con más represión y menos comida y menos carbón. La típica situación de acción-represión-acción que solo lleva a que los más radicales sean más escuchados y a socavar la autoridad moral del gobierno y de quienes le apoyan (clases altas, funcionarios, militares de alto rango). En cierto modo la guerra ya no se vive solo en el frente, en la retaguardia también se muere de forma miserable.
Paralelamente a la represión interna, Ludendorff decide llevar la guerra también a la población civil enemiga en forma de guerra submarina total y de bombardeo de ciudades enemigas, lo que puede verse también como otra solución simplista al grave problema al que debe enfrentarse Alemania (guerra en dos frentes, bloqueo nava y ahora descontento civil).
Durante el invierno de 1917/1918 parece que el sufrimiento de la población civil puede aligerarse gracias a la salida de Rusia de esta guerra y a la ocupación de grandes extensiones de terreno en Ucrania, pero desgraciadamente estas conquistas aliviaron poco o nada a los civiles alemanes debido a una combinación de factores negativos.
En primer lugar la conquista de ese territorio no está consolidada (hay diversas facciones y guerrillas que luchan entre ellas y con el tiempo contra los soldados alemanes), lo que se traduce en que la mayor parte de los soldados se tienen que quedar ocupando ese territorio y a su vez se traduce en que el trasporte de alimentos hacia Alemania se ve fuertemente obstaculizado por la acción de estas guerrillas y la falta de carbón.
Además ese año ha sido excepcionalmente seco y la cosecha no ha sido tan buena como otros años, de modo que los propios campesinos ucranianos esconden parte de la cosecha y es necesario requisar a la fuerza el escaso grano (nuevamente la acción-represión-acción).
Y por si fuera poco en 1917 llega a Alemania la gripe española, que como todas las enfermedades, se ceba en los más débiles.
En resumen la conquista de Ucrania y otros territorios no supuso una mejora sustancial en la vida de los civiles alemanes, y los problemas que se llevaban arrastrando desde 1916 no hicieron otra cosa que agravarse exponencialmente y cada vez quedaba más claro para todos que Alemania había perdido la guerra, especialmente para los civiles y para los enemigos de Alemania. El final de esta historia ya ha sido tratado ampliamente en el foro.
Queda por contabilizar las víctimas de este funesto plan en combinación (¿o contubernio?) con el bloqueo naval. Oficialmente murieron unas 763.000 personas por hambre y enfermedades agravadas por la deficiente alimentación y el frío de los inviernos de 1916/1917 y 1917/1918 a los que habría que unir unas 150.000 por la gripe española. Casi un millón de muertos (si hacemos caso a las cifras oficiales, yo mantendría un sano escepticismo) que generalmente no se suman a los muertos del frente; lo que se traduce (simplificando mucho) que a los dos millones de soldados muertos, hay que añadir un millón de civiles, lo que nos da como resultado que Alemania fue junto con Rusia la nación que sufrió más pérdidas humanas en esta guerra.
Ahora cabe preguntarse si se pudo hacer mejor, lo cual implica especular, cosa siempre peligrosa.
Obviamente toda mala situación puede mejorarse, y resulta obvio que el Plan Hindenburg era mejorable en cuanto a no dejar tan desamparada a la población civil, pero teniendo en cuenta la mentalidad del gobierno de aquellos años era simplemente imposible hacer entrar en razón a aquellos ancianos reaccionarios que apenas veían más allá del campo de batalla; quizá la anécdota que mejor refleja esta triste circunstancia es la destitución del ministro (y millonario industrial) Walter Rathenau quien propuso racionalizar este catastrófico plan, pero fue despedido inmediatamente de su cargo por falta de entusiasmo, derrotista y por supuesto por judío. Posteriormente este auténtico patriota alemán fue asesinado por unos facinerosos patrioteros bajo la acusación falsa de haber contribuido a la puñalada por la espalda; y es que algunos pueblos se merecen su historia.
http://www.nationalarchives.gov.uk/pathways/firstworldwar/spotlights/blockade.htm
http://www.publico.es/culturas/147402/el-invierno-de-los-nabos
http://www.dhm.de/lemo/html/wk1/wirtschaft/versorgung/index.html
Libro: Army Industry and Labor Germany 1914-1918 escrito por Gerald Feldman.
http://books.google.es/books?id=GOQPGFiLs5IC&pg=PA14&lpg=PA14&dq=Hindenburg+programme&source=bl&ots=wCXh5jymfM&sig=nT5GZwj4STW6E6YS0EH2embX86U&hl=es&ei=YULCTsnON4jT8QPV-9yeAQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=10&ved=0CGwQ6AEwCQ#v=onepage&q=Hindenburg%20programme&f=false
http://mises.org/journals/qjae/pdf/qjae2_2_4.pdf
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1 comentario:
Magnífica entrada, muy bien contada y enriquecedora. Enhorabuena
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