viernes, 31 de julio de 2009

Consideraciones finales de las campañas del Sinaí y Palestina

La importancia estratégica de esta campaña: En contra de las memorias de Allenby y del libro de T.E. Lawrence, la campaña del Sinaí y Palestina, tuvo un valor marginal en el desenlace de la contienda mundial, mientras que en el desenlace de la batalla contra Turquía, la acción tuvo un valor relativo (puesto que alejó los principales recursos Otomanos del Frente de Mesopotamia).
Desde el punto de vista propagandístico: El gobierno de Londres vio con mucho más interés esta campaña, pues distraía a la opinión pública de las matanzas en el frente occidental. Eso sí censurando cualquier mención a los crímenes de guerra cometidos.

La importancia de la acción irregular: En contra de lo que escribió Lawrence de Arabia, la acción guerrillera tuvo un valor escaso en el desenlace de esta campaña. Tanto los Otomanos, como los Británicos eran plenamente conscientes que el resultado final vendrían determinado por quien controlaría las ciudades, puertos y ferrocarriles del territorio. Cosa que solo un ejército regular dotado de armamento pesado podía hacer.
Los irregulares árabes eran auxiliares valiosos por su determinación y conocimiento del terreno. Pero inútiles contra posiciones bien defendidas y artilladas (como demostrarían una década después Italianos y Franceses en sus respectivas campañas en Libia y Siria).

Las exageraciones (o, por qué no decirlo, mentiras) de T.E. Lawrence: En primer lugar, al igual que el resto de participantes en esta contienda Lawrence cometió toda clase de tropelías contra civiles y prisioneros desarmados, cosa que nunca mencionó en sus escritos.
En segundo lugar, Él no comandaba el ejército Insurgente (a pesar de lo escrito en su libro y lo filmado en las diferentes películas) ni su columna era la más numerosa (aunque sí la más móvil).
En tercer lugar, margina completamente la acción de los contingentes de tropas regulares adscritos a las columnas guerrilleras, en temas como ametralladoras, medicina, artillería, enseñanza de armas y explosivos, ... y sobre todo se niega (quizás como buen Anglosajón) a reconocer el papel fundamental que los servicios secretos y el ejército Francés desempeñó en el equipamiento y entrenamiento del grueso de los insurgentes árabes.

Los desastres de la guerra y los crímenes cometidos: Mientras que en los frentes Europeos, se desarrolló un conflicto militar puro. Donde los soldados no sentían una animadversión especial entre sí, ni existía un conflicto étnico latente (como el que lanzaría Hitler contra las naciones y etnias de Europa oriental en la siguiente guerra mundial), las atrocidades y crímenes de guerra, fueron en general la excepción y no la norma (salvo algunos casos aislados en Bélgica, Polonia, Prusia Oriental y por supuesto la campaña de Serbia).
Sin embargo el Oriente Medio fue mucho más feroz, en primer lugar los Otomanos habían depurado el país – Otomanizar el Imperio, lo llamaron – practicando el genocidio contra los Armenios y los cristianos Asirios. En segundo lugar, de nuevo los Turcos maltrataron a los prisioneros de guerra Británicos en Mesopotamia y en Palestina, por lo que estos en venganza respondieron con la misma moneda, al tiempo que usaban de sus armas más temidas (las químicas, la artillería pesada, los tanques y la aviación) contra civiles y militares sin distinción.
En tercer lugar, los Turcos cometieron muchas atrocidades y crueldades gratuitas contra los civiles árabes sospechosos de colaborar con los insurgentes y estos en represalia acosaron con crueldad a los turcos civiles o militares en su posterior retirada.
De los crímenes de T.E. Lawrence, hablaré con posterioridad. Pero me gustaría resaltar el uso de tácticas militares criminales por parte de los regulares Británicos: En varias batallas a partir de 1916 recurrieron a la siguiente táctica:
Una posición defendida por Infantería Otomana atrincherada, con sus defensas estáticas y sus armas emplazadas.
Los Británicos valiéndose de su superioridad en armamento comienzan un bombardeo artillero y ordenan a su infantería a desplegarse en línea con sus rifles y ametralladoras disparando hacia los turcos para obligarles a esconderse en el interior de sus trincheras.
Los Británicos lanzan armas químicas (gas cloro, fosgeno, combinaciones de ambos, ...) e incendiarias (fósforo blanco) para obligar a los Turcos a salir de sus trincheras exponiéndose al fuego de balas y a la metralla de las granadas explosivas británicas.
Tan pronto abandonan la trinchera, la infantería Británica avanza hasta romper las defensas, al tiempo que limpian esta con granadas de mano, fusilería y cargas a la bayoneta contra los supervivientes (generalmente heridos). Al tiempo que despejan el camino, para que la caballería cargue a campo traviesa y masacre a los fugitivos Turcos como jabalíes usando sus armas de fuego o sus sables.
Proseguir la marcha hasta la próxima posición enemiga.
Teniendo en cuenta que la convención de Ginebra, prohíbe el ataque sin dar cuartel al enemigo y el trato cruel (o el asesinato) de heridos y prisioneros enemigos.
Tan poco los regulares Británicos (y no digamos las fuerzas irregulares que ellos crearon y armaron) mostraron mayores escrúpulos a la hora de atacar posiciones que estaban cerca, o al lado, o en el centro mismo de poblaciones civiles. Y sus fuerzas a caballo (regulares o no) masacraron cuantos civiles Turcos encontraron por el camino cuando atacaban las columnas en retirada Otomanas.

Podemos llegar a la conclusión que en este frente, las convenciones de la guerra fueron completamente ignoradas por todos los bandos. Pero al final de la misma, podemos ver que (descontando el genocidio armenio y asirio) el mayor número de civiles y militares asesinados fuera del campo de batalla, recayó para vergüenza del imperio Británico dentro de su campo.
(Y es que todos los imperios suelen crearse usando la crueldad y si al deseo imperial se le une la ambición económica, como por ejemplo el control del petróleo, los métodos empleados suelen pasar desapercibidos si se logran los objetivos propuestos).
La población civil, además de padecer los riesgos de la guerra y el pillaje o saqueo cometidos sobre todo por los irregulares (al menos los regulares tenían que esconderse de su propia Policía Militar), debieron de pagar de su bolsillo (con dinero o pasando hambre) la posguerra y las calamidades propias del conflicto, en especial al quedar devastados los campos, sus viviendas destruidas y las infraestructuras tan necesarias quedaron arrasadas.

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