Muchos siglos antes de que se fundara formalmente la Marina Imperial del Japón, las islas del Japón dependían en gran medida de los frutos de la pesca y comerciaba con diversas naciones de su entorno, por lo que nunca faltaron hábiles pescadores e intrépidos marinos.
Al igual que sus homólogos terrestres, existía una casta de guerreros (samurais) dedicados a servir como soldados al mejor postor en tiempo de guerra o al saqueo y el delito en tiempo de paz, pero embarcados en cualquier tipo de embarcación.
En el siglo XIII aconteció el intento de invasión Mongola de las islas, invasión abortada más por las inclemencias del tiempo que por el valor de los isleños. Pero el hecho fue lo suficientemente grabe para que muchos señoríos empezasen a considerar la creación de flotillas y el reclutamiento de guerreros con experiencia naval.
A falta de guerras que combatir, durante los siglos XIII a XVI, muchos de los guerreros instruidos para luchar en el mar se convirtieron en piratas (wako) que eran consentidos por las leyes japoneses si cometían sus fechorías fuera del Japón. Por lo que los textos e informes de las cortes imperiales de China y Corea se llenaron de relatos sobre asaltos piratas perpetrados por japoneses.
A partir del siglo XVI; los grandes señores feudales comienzan a reprimir estos delitos (aunque no desaparecerán del todo hasta el siglo XIX) debido a que perjudicaban su comercio. Sin embargo, la llegada de los Europeos, con embarcaciones mucho más grandes y perfeccionadas que las copias de los juncos chinos que usaban hasta entonces los japoneses producirá una conmoción. Españoles y Portugueses se instalan en Filipinas y Macao (respectivamente) y desde ahí lanzan expediciones de todo tipo (comerciales, diplomáticas, evangélicas, militares,...) por todo el continente.
A finales de este siglo, el señor feudal Toyotomi Hideyoshi organizó la conquista del reino de Corea, con una flota de unos 9.200 juncos (que resultaron ser débiles y poco poderosos en comparación con los de las flotas China y Coreana. Por otra parte los Chinos disponían de la tecnología de la pólvora – en forma de mosquetes y cañones – mientras que los Japoneses solo tenían sus espadas). Las dos flotas combinadas, realizaron una serie de maniobras brillantes tendentes a interrumpir los suministros a la flota invasora, que había desembarcado en las playas del sur de Corea. Finalmente los Japoneses fueron derrotados, al no poder abastecer a sus ejércitos y aunque la flota japonesa no fue destruida esta debió de dedicarse a recoger a los vencidos en tierra y huir por miedo a perder lo que quedaba de ella.
Al empezar el siglo XVII, el Shogún de Satsuma decidió anexionarse las últimas islas de Ryukyu (la actual Okinawa). Para lo que empleo 13 juncos y unos 2.500 samurais navales. Los isleños al no tener otra defensa posible optaron por rendirse y someterse pacíficamente.
Cuando los Europeos comienzan a asentarse en el Japón, ofreciendo tecnología a cambio de comercio, los avances en materia de arquitectura naval, navegación, astronomía, óptica y armas de fuego son de lo más demandado por los señoríos Japoneses. Así que los Jesuitas se las ofrecen a cambio de asentarse en la actual Hiroshima.
Los japoneses, fascinados por esta tecnología absorberán como esponjas todos los conocimientos transmitidos y en 1610 construyeron su primer barco moderno, basado en el galeón de Manila (la reproducción fue tan minuciosa, que por copiar copiaron hasta el nombre “San Buena Ventura”) de 150 Tm. Con el que hicieron su primer periplo diplomático y comercial a Europa.
Con el advenimiento al poder del clan Tokugawa, los japoneses construyeron el galeón “Date Maru” de 500 Tm. que emplearon tanto para escoltar a la flota que anualmente llegaba hasta el Mar Rojo para comerciar, como en misiones diplomáticas en América y otros países de Europa.
En 1637, los Tokugawa, pactaron con los Holandeses una colaboración para arrebatar las Islas Filipinas a los Españolas (aunque los choques entre marinos Españoles y piratas Japoneses existían desde el siglo XVI). Los Holandeses pondrían los barcos y obtendrían derechos comerciales en las islas, loas japoneses ponían 10.000 samurais y se anexionarían las islas. Sin embargo el estallido de una rebelión interna (fomentada por misioneros católicos) acabó con los planes de invasión.
A consecuencia de la rebelión cristiana, los Tokugawa decretaron primero aislar por siempre al Japón del resto del mundo y en segundo lugar prohibieron los grandes barcos, capaces de navegar más lejos que las aguas Japonesas. Los Europeos y Norteamericanos trataran de interrumpir este aislamiento con resultados insatisfactorios salvo algunas misiones cristianas.
El episodio del comodoro Norteamericano Perry en 1853 y del almirante Ruso Yevfimy Putyatin (quien llegó a Nagasaki el 12 de agosto de 1853) que hizo una demostración de una máquina de vapor en su barco “Pallada”, (copiada inmediatamente en Japón, creada por Tanaka Hisashige y considerada su primera máquina de vapor). Llevaron a los Japoneses a pensar la idea de mantener una flota de guerra permanente para defenderse de posibles agresiones armadas extranjeras. Pero el devenir de los acontecimientos y la falta de presupuesto impidió completar el plan.
Aunque se hicieron algunos progresos, en 1855 existían los primeros astilleros modernos, se construían barcos oceánicos a vela y el primer barco de vapor de la nación el “Unkoumaru”.
En 1857, el primer barco de guerra a vapor el “Kanko Maru” se destinó a Satsuma, junto con el primer centro de entrenamiento naval establecido en Nagasaki. El primer buque a hélice debió ser adquirido en el extranjero y re - bautizarlo como “Kanrin Maru”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario