sábado, 28 de marzo de 2020

INTRODUCCIÓN

0. INTRODUCCIÓN

¿Puede un pequeño hecho alterar el curso de la historia? ¿Es la historia una sucesión de pequeños hechos qué, en el orden y momento adecuados, transforman la narración en tragedia?
A la hora de abordar el caso conocido como: “el robo de las joyas de la corona de Irlanda”, debemos remitirnos, antes de proseguir esta narración; en su antepasado más directo: El “Affaire del collar” ó la estafa que, en 1785; arruinó la vida y la reputación del cardenal de Roban. Y que arrastró tras de sí el prestigio y la persona de la reina de Francia – Maria Antonieta – convirtiéndose, a la sazón; en uno de los detonantes de la Revolución Francesa de 1789.
Al igual que entonces, en 1907; un simple hecho delictivo y banal. La desaparición ó robo de bienes del estado británico, en la por entonces; Corona – provincia – de Irlanda. Causó, primero la conmoción pública y después se transformaría en la primera ficha en caer de una sucesión de acontecimientos que desembocarían en la creación del primer estado libre – independiente – de Irlanda.
Pero antes de seguir adelantando acontecimientos; veamos lo que aconteció y qué lo provocó.

1. EL CONTEXTO DEL ROBO DE LAS JOYAS DE LA CORONA DE IRLANDA:

Las preciadas insignias del gran maestre y de otros miembros principales de la “Muy Ilustre Orden de San Patricio”, bautizadas por la prensa de la época como “joyas de la corona irlandesa” y “joyas del estado irlandés”. Consistentes en un broche y un colgante, cubiertos de piedras preciosas (principalmente diamantes); así como los 5 colgantes de mayor tamaño de caballeros de la orden.
Los cuales solo podían ser empleadas por el soberano británico – en calidad de gran maestre de la orden – ó por el Señor Lugarteniente / Alto comisario para Irlanda – en calidad de gran maestre interino de la orden –, durante las sesiones del consejo de la orden (el equivalente irlandés de la orden de la jarretera inglesa ó del cardo escocesa), en especial en la ceremonia de inauguración de las juntas de caballeros ó durante el nombramiento de nuevos caballeros, etc. fueron robadas en 1907, mientras permanecían depositadas en el Castillo de Dublín.
Robo que a fecha de 1 de Enero de 2019; sigue sin estar aclarado ó resuelto y los objetos sustraídos siguen sin ser recuperados.
NOTA: LAS JOYAS DE LA CORONA:

En determinadas monarquías la principal insignia del monarca no es su propia persona – como en la española – sino el derecho a portar los símbolos de la institución monárquica ó sentarse en la silla que distingue al monarca como jefe del estado – como la británica –.
En su conjunto, son las regalías / tenencias gubernamentales y vestimentas, que en concepto pertenecen a la corona ó al estado y que forman la serie de objetos e indumentarias valiosos – labrados tanto en metal y piedras preciosas, como en bisutería – pertenecientes, no a la persona del monarca, si no a la institución del estado. Para ser lucidas por el soberano y transmisibles a sus descendientes, en actos ceremoniales (tales como la coronación...). Símbolos del poder del estado y de la continuidad del mismo, en el tiempo.
En la mayoría de las monarquías europeas, las joyas de la corona eran conjuntos de coronas, cetros, orbes, espadas, mazas, anillos... realizados en oro ó plata dorada y con incrustaciones de piedras preciosas ó semi-preciosas. Por lo que debían ser guardadas en bóvedas y cámaras acorazadas. Si bien eran mostradas al público en museos.

En el caso español, no existe percepción de la existencia de joyas de la corona (salvo la corona tumular, el bastón de mando – a modo de cetro – y el orbe secular, realizados en plata dorada) por dos motivos:

1º) La persona del rey está relacionada con la propia institución monárquica. Con lo que la mayoría de los símbolos propios del estado y de la soberanía real, resultan superfluos. Pues es el propio soberano el que encarna bien al estado (durante el “antiguo régimen”); bien la cúspide del mismo, en forma del ejercicio de las funciones de jefe del estado, comandante en jefe de las fuerzas armadas y otras atribuciones (en los periodos constitucionales de la historia de España).
Así, muchos de los grandes monarcas del pasado ni si quiera lucieron otras joyas que la distinción de gran maestre la orden del Toisón de oro.

2º) Los reales joyeros siempre tuvieron carácter privado y personal, nunca estatal. Con lo que a medida que atesoraban objetos por regalo ó adquisición; también se vaciaban por pérdidas, donaciones, regalos...
Siendo la principal merma de los mismos el traslado de gran cantidad de objetos preciosos de la monarquía realizado por Carlos IV a Francia, para abalar los grandes préstamos que el Banco de Francia realizó a la Real Hacienda, primero y posteriormente a causa del expolio de bienes de la corona a manos de las tropas napoleónicas, durante la guerra de 1808.

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